21 Sep Los chicos no lloran.
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Dr. Raúl Martínez Mir
Hombres y mujeres hemos escuchado, e incluso expresado esta frase a niños pequeños, hijos o familiares cercanos, cuando, normalmente después de algún golpe o accidente, se les escapa una lágrima “los chicos no lloran”. Incluso el cantante español Miguel Bosé lo incluyó como tema de una canción, añadiendo “…tienen que pelear”. Esta máxima usada por generaciones para que el hombre muestre su rudeza, en lugar de su lado débil, nos ha llevado a tener hombres que reprimen sus emociones, o que llegado el punto de expresarlas, lo hacen de forma irascible.
Si bien es cierto que hoy en día los hombres son más expresivos emocionalmente, quizás en parte gracias al fomento de la inteligencia emocional, hemos de tener en cuenta que la expresión de emociones abiertamente suele ser castigada por el entorno, mientras que aguantarse cuando le hacen daño, suele ser premiado.
Distintos estudios han comprobado que los estilos de respuesta más utilizados en el caso de los hombres, la expresión irascible y la represión emocional, suelen relacionarse con diversas patologías. Así, la expresión de la ira de forma exagerada y repetitiva, conforma lo que se conoce como patrón de conducta tipo A, que se relaciona con las enfermedades cardiovasculares, llegando a constituir un factor de riesgo incluso con mayor capacidad predictiva de un evento coronario que los factores clásicos de riesgo para estas patologías. A su vez, se han encontrado estudios que relacionan la represión emocional, que conforma la personalidad tipo C, con distintos tipos de cáncer y el grosor del tumor encontrado. Como aclaración, la personalidad tipo A y tipo C se dan tanto en hombres como en mujeres.
El lector estará probablemente estará pensando, ¿existe una personalidad tipo B? Si, si existe. Son personas que viven de una forma calmada, expresando de forma asertiva sus emociones, defendiendo sus derechos personales, y regulando su patrón emocional.
También hemos de considerar que algunas personas, tienden a experimentar distintos estados disfóricos, que los llevan a realizar conducta contra-saludables. Por ejemplo, los problemas, el estrés, y las discusiones, los llevan a incrementar la ingesta de carbohidratos, ya que estos en sí mismos son reforzantes, como una forma de mitigar su dolor emocional. Este consumo, en ocasiones presenta las formas de una atracón de ingesta, superando en una sola ingesta más de las dos mil calorías diarias recomendadas para una persona. Sin embargo, este carbohidrato activa a nivel del sistema nervioso central a la persona que hace que calme su ansiedad, su incomodidad, lo que hace que este patrón de comportamiento se vea reforzado, y en posteriores ocasiones opté por volver a comer compulsivamente carbohidratos cuando se encuentre mal.
Igualmente, estas emociones llevan a la persona a disminuir su actividad, y por ende la actividad física, que tiende a ser poco gratificante, ya que presenta resultados a largo plazo. Si bien es cierto que algunos ejercicios físicos permiten la producción de catecolaminas, normalmente la gente opta por la versión pasiva, ya que argumentan no tienen ganas, y mucho menos de relacionarse, lo que les lleva a reducir este tipo de comportamiento.
Por consiguiente, aunado a la represión emocional como forma de confrontación de estas emociones, la persona tiende a “comerse” sus emociones y reducir su actividad física. Aspectos que a la larga lo llevan a sentirse peor, porque si bien es cierto que en el momento calman su malestar, al final del día crean culpabilidad por la excesiva ingesta y no realizar ejercicios, y como no suele expresar estas emociones se comienza a gestar el caldo de cultivo para una depresión incipiente.
A modo de recomendación. Si realiza actividad física diaria, intente no dejar de hacerla por su estado de ánimo, normalmente este sube después de algunos minutos realizando actividad física. Controle su ingesta de carbohidratos, sobre todo dulces y sodas, cuando se sienta mal puede realizar alguna actividad que lo ayude a distraerse. Y si finalmente, observa que este estado emocional se mantiene consulte con un profesional de la salud, psicólogo o psiquiatra.
Dr. Raúl Martínez Mir
Consultor y docente en Psicología y Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sonora
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