Buenos ciudadanos - INCIDE
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26 Ene Buenos ciudadanos

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A varios articulistas les he leído lo fácil y barato que es educar a un Mexicano: Solo 6 dólares.

Ese es tal el costo del permiso que hay que pagar para internarse en USA más allá de las zonas francas; por supuesto, cuando no se traspasan esos límites en las tierras de aquel país, no hay derechos que cubrir. Pero mágicamente, pagando o no, como si fuera alquimia, todo connacional se transmuta al momento de cruzar “al otro lado” y en automático se convierte en ciudadano ejemplar, en modelo digno de imitación ya que no tira basura en la calle, no sobrepasa límites de velocidad y que activa direccionales, también hace alto total donde se le indica y hasta amistoso le concede el paso a los caminantes y cuando él lo es cruza por las esquinas y, es más, hasta parece que trata de pasar desapercibido.

Podríamos lanzar varias hipótesis del porqué el latino en lo general (por no denostarnos a nosotros mismos como mexicanos) cambiamos radicalmente en cuanto la geografía es otra. Entonces que es lo que provoca que en nuestro propio país no damos importancia a los valores, sean morales y civiles y menospreciamos nuestras obligaciones legales, que ciertamente no son diferentes entre cada lado de la frontera; vamos, podemos poner la cantidad de ejemplos que queramos, como podría ser que se solicita seguro de gastos médicos a estudiantes, cuando viajan a otro país en Europa.

La respuesta es simple: No nos interesa cumplirlos esos preceptos en nuestro país, pero nos conminamos a cumplirlas porque “allá” si le tememos a las consecuencias gravosas porque esas conductas se promueven y su incumplimiento se penaliza severamente; le tememos a las consecuencias, especialmente cuando son económicas. Entonces, buscamos con denuedo que el carro esté en buenas condiciones de mantenimiento, que nuestros documentos estén al día y no se diga la urgencia de contar con un seguro contra la responsabilidad. Pero no así en México.

Acá, de este lado de la frontera, no nos interesa cumplir aún y cuando las disposiciones impongan obligaciones de hacer (o no hacer) porque no suele haber consecuencias graves de nuestros incumplimientos y, antes bien, no nos interesa ser conscientes de lo que protegemos es nuestra economía, pues lo que un seguro contra la responsabilidad protege es nuestro pecunio en caso de vernos involucrados en un evento donde debiésemos responder en el supuesto de causar perjuicios a otros. Por supuesto que aquel país lo que primero que nos condiciona a tomar un seguro, es el riesgo de ser multados por la inexistencia de esa obligación ya que no es el motivador proteger nuestro patrimonio, sino evitar la multa, pues nuestra noción de peligro nos dice que la probabilidad de siempre será baja.

Indistintamente, tenemos dos raseros para el mismo peligro y reaccionamos de manera diversa según la latitud donde estemos.

Ciertamente a algunos nos aterra pensar en el valor de las demandas en otros países, mientras que en México percibimos las consecuencias tan ajenas (o lejanas) de llegar a dañar a otros, que seguramente el parque vehicular asegurado aquí en México tan bajo, que porcentualmente en la llamada “América” apenas representaría a los no asegurados. Tenemos desprecio a las consecuencias negativas de un accidente, hasta que cruzamos la frontera.

Si el tema es cultural, entonces es más lamentable que no podamos percibir cuán importante es la necesidad de proteger nuestros propios riesgos, sin importar de que lado del muro nos encontremos; esa indolencia refleja nuestra pobreza social y del buen cuidado de nuestro patrimonio, pues preferimos exponerlo en caso de que fuésemos responsables de un accidente, que preverlas traspasando las consecuencias económicas a un tercero más solvente llamado Asegurador. El seguro es entonces un gasto, mientras que en Estados Unidos, haberlo suscrito significa proteger una posible consecuencia superior.

Es más, en México, quien busca un seguro es quien se sabe propenso, o bien porque es entendedor de que no se trata de incertidumbre, sino de probabilidades más ciertas que inciertas, como sería el caso de un transportista, o porque hay actividades donde sí se me exige antes que el deseo natural de protegerme de lo incierto, Lamentablemente las Aseguradoras tienden a cerrar la llave a esas condiciones de riesgo incrementadas e insertan restricciones para evitar un pago a quienes son más propensos al siniestro, imponiendo exclusiones que la mayoría de las veces el comprador de un seguro ignora y que cuando se le hacen valer, termina por sentirse engañado.

Entonces, educar a un mexicano no cuesta 6 dólares, pero cuesta vidas y patrimonios cambiar los patrones de percepción del riesgo. Una sociedad avanzada y resiliente se anticipa a todas esas vicisitudes, pues sabe que las consecuencias terminan socializándose si un responsable legal es incapaz de hacer frente a un hecho dañoso.

Políticamente costará imponer obligaciones legales cuyas consecuencias le sean tan económicamente agresivas a cualquier persona, que le suponga mejor el cumplimiento y ello termine educando al consumidor ante las buenas prácticas de la acción y la responsabilidad social, tanto para protegerse como para proteger a los demás. Estar asegurado significa crear anticipadamente fondos para que socialmente los impactos de un accidente puedan prorratearse entre otros interesados similares a nosotros; la masividad de consumo reduce los costos especialmente en temas del seguro: Son grandes números.

En una analogía diferente, mientras las consecuencias de la pandemia Covid no fueron más duras para nosotros, no usábamos con asiduidad la mascarilla. Hubimos de experimentar el miedo y la incertidumbre para acostumbrarnos a usar esa medida profiláctica y de protección para reducir nuestra percepción del riesgo a la salud que tan común nos ya hoy en el día a día.

En un país como Japón, esa medida (usar un cubrebocas) existía hace mucho tiempo más como una cortesía hacia los demás como para el cuidado propio, caso contrario a Estados Unidos donde hoy la pérdida del miedo a contagiarse de Covid con consecuencias gravosas (sumado a la masividad en la aplicación de las vacunas que reducen sustancialmente el riesgo), lo común hoy es que el ciudadano promedio no use la mascarilla sino en los lugares donde se le exija.

Entonces, tenemos que el mismo fenómeno de percepción del riesgo se produce también en “el país del norte” pero en otros ámbitos. Al final no somos tan diferentes.

Lastimosamente, mientras de cada lado de la frontera las exigencias sean tan grandes como las consecuencias, entonces se cumplirán las obligaciones tanto por miedo y en algunos por el buen seguimiento, mientras que, de este lado de la frontera en nuestro querido México, seguiremos siendo indolentes a muchos peligros.

No tenemos defensa, amamos el riesgo.

Carlos Zamudio Sosa

Claims Manager

México Claims and Risk Management SC

Desde 2005 brinda servicios de consultoría “Risk Management” externo con atención a Asegurados en preparación para Inspección de Riesgo, análisis de contratos y control de sus licitaciones; asesor para acreditación de daño físico y consecuencial por siniestro por acompañamiento, asesoría y defensa técnica y jurídica por reclamos asegurados o afianzados.

Ha acreditado diversos cursos en diversas materias afines al Riesgo y la valuación del Daño Material, incluyendo terminar estudios de nivel
Maestría de Daños y Ajustes. Ha co-impartido 6 Diplomados en temas selectos de Gestión del Riesgo y Seguridad Industrial y acreditado ante la STPS.

Expositor invitado en Seminarios y Talleres y otros programas de desarrollo personal en seguros y colaborador para medios impresos y electrónicos especializados en Seguros y Fianzas.

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            171 03 55 Cel

Linkedin: https://www.linkedin.com/in/carlos-zamudio-sosa-6a67a922/

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