19 Sep Civismo y buenas maneras.
La crisis sanitaria por la COVID-19 ha sacado a relucir otras muchas “epidemias” sociales que hace años que sufríamos y que ahora son más patentes que nunca. Además de la brecha socioeconómica y digital que muchas clases sociales sufren y que con está crisis se ha convertido en un abismo en muchos casos, y que poco o nada se está haciendo para solucionarla, también hemos de destacar y quiero centrar el presente texto sobre la poca o nula educación cívica que gran parte de la sociedad actual presenta y hace patente con muchas de sus conductas.
En estas letras quiero resaltar la importante diferencia entre la educación formal y la educación cívica. Algo que parece muy lógico, sencillo y que probablemente el lector sabrá diferenciar fácilmente, aparentemente no lo es tanto, y cada vez que aparece un problema social, el discurso social-político suele ser “es un problema de educación” y cargamos un poco más la mano y la responsabilidad a la escuela, para añadir más libros, más lectura o más trabajos al tan cargado plan de trabajo escolar, para que al poco tiempo madres y padres se quejen por redes sociales, whatsapp y otros medios de “tooooodaaaas” las tareas y sobrecarga de actividades de sus hijos, porque “los niños tienen que hacer las tareas en el colegio y no en casa” y un sin fin de excusas sin sentido para evitar en todo lo posible un esfuerzo “extraodinario”.
La sociedad actual se debate en contradicciones diarias y constantes, e incluso absurdas, reclamando a gritos sus derechos (literalmente), obviando totalmente sus deberes y olvidando los derechos de los demás. No teniendo suficiente con criticar al vecino, ahora se permiten el lujo de criticar a todo aquel que se cruza en su camino o redes sociales, por cualquier cosa. Como dice el refrán “nunca llueve a gusto de todos” así que es imposible caer bien a todos, pero me gustaría resaltar otras dos frases conocidas por todos “ven la paja en el ojo ajeno y no ven la viga que tienen ellos”, a la que tendríamos que añadir “el buen juez por su casa empieza”. Criticar es fácil, gritar también lo es, sin embargo la sociedad en la que vivimos se basa en el diálogo y la democracia, buscando siempre el bienestar de la mayoría, no de todos porque básicamente es imposible.
Basándonos en un grupo de normas y leyes se regula el comportamiento social, estas no son infalibles, por eso el sistema ha creado herramientas para poder modificar y eliminar algunas leyes y crear nuevas. La ética y el civismo no es sólo una materia más que incluir o excluir del currículo estudiantil, son principios básicos que nos van a permitir vivir socialmente de una forma equitativa. El respeto a todas estas normas sociales facilita la convivencia. Cuando una persona no respeta estas normas por el bien de todos, afecta a una gran mayoría, y muchas personas explotan en coraje, otras lo ignoran, otras intentan “educar” y la más nueva consiste en grabar la situación y compartirla en redes sociales para “quemar” a la persona buscando el consenso de la mayoría. No podemos defender ninguna de las opciones anteriores como la mejor o peor opción, porque no hay forma de saberlo.
Actualmente el no respetar las normas de prevención para la transmisión del COVID-19 se está convirtiendo en una situación incívica que se presta a todo lo anterior, con todas las consecuencias derivadas de ello. Las consecuencias de esta conducta incívica son graves, porque pueden costar vidas de personas que si han seguido la normas, pero que se ven afectados por comportamientos negligentes de otros conciudadanos. La prevención social de la COVID-19 no pasa únicamente por usar una mascarilla, gel desinfectante y la distancia social, añadan a eso no tirar basura en la calle, respetar un semáforo o una señalización vial, respetar a las personas que haciendo su trabajo nos invitan a cumplir las normas y un gran número de normas cívicas que permiten que como individuos demos un ejemplo a nuestros hijos, educándolos con el ejemplo, de tal forma que en cualquier crisis de cualquier índole sean capaces de seguir las normas sociales que buscan el bienestar de la mayoría.
Dr. Raúl Martínez Mir
Consultor y docente en Psicología y Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sonora
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