05 Mar Comer para ser más sociable.
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Dr. Raúl Martínez Mir
Uno de los aspectos básicos más humano es sin duda el ser social. Desde el inicio de los tiempos cuando por necesidades de supervivencia, y protección, se formaron las tribus más prehistóricas, donde los seres humanos se unían para cazar, y proporcionarse protección y apoyo, hasta la época actual, cuando la unión social presenta su mayor calidad relacional, y han aparecido las redes sociales virtuales, el ser humano siempre se ha caracterizado por una búsqueda constante del contacto social, y las relaciones que de ella se derivan, amistad, pareja, y familia.
En el siglo IV a.c. Aristóteles consideraba la amistad como una necesidad básica humana. Algún tiempo después en el siglo II a.c. Hipócrates de Coss remarcaba la importancia de los factores ambientales y sociales en el desarrollo de la enfermedad. Mucho más tarde Paracelso (1959) prescribía el amor como “como posiblemente la mejor medicina para ciertas enfermedades”
El contacto social es una necesidad básica humana en sí misma, que también conlleva beneficios secundarios que de él se deprenden. Distintos estudios han demostrado, que el incremento de las relaciones sociales, repercute positivamente sobre distintas enfermedades. Así, encontramos estudios que relacionan la calidad de las relaciones sociales, así como la percepción de una amplia red social, con la reducción de estados de ánimo depresivos, y como factor protector de enfermedades cardiovasculares y de distintas enfermedades crónico-degenerativas.
Para que el contacto social pueda desarrollarse de una forma apropiada, hemos de encontrar distintos entornos que lo propicien. Hay un sinfín de lugares o entornos sociales, donde un individuo puede desarrollar las correspondientes relaciones interpersonales; el trabajo, el lugar de estudios, el gimnasio, un parque, un antro, etc. son, por citar algunos, espacios donde podemos desarrollar una interacción con otra persona. Pero, sin lugar a dudas, la asociación de la relación social a otra conducta imprescindible en el ser humano, la alimentación, ha sido una de las combinaciones más efectivas a lo largo de la historia.
Comer, además de cubrir nuestra necesidad de alimentación, también nos proporciona un espacio de relación interpersonal. El ejemplo más claro es el de la comida o cena en familia, un momento donde casi todos los miembros de la familia comentan lo acontecido durante el día, sus problemas, inquietudes, y anécdotas, con permiso de dos intrusos en esta idílica escena, la televisión y el celular, que ha ido cobrando importancia cada vez más. Quiero aprovechar estas líneas para recomendar al lector una práctica que sería deseable comenzar a extender en nuestras casas, recuperemos ese momento familiar, apagando el televisor y los celulares durante la comida, esto nos obligará forzosamente a tener que hablar de algo, lo que nos acercará mucho más a los nuestros.
Pero, no sólo comemos con nuestra familia, comemos con nuestros amigos, compañeros de trabajos, con nuestros clientes, etc., porque cada vez más, se consiguen cerrar grandes negocios y tratos en desayunos, comidas, o particularmente en Sonora en una carne asada. Comer posibilita un entorno social con innumerables posibilidades, y unidas a todas estas posibilidades han venido proliferando negocios que proporcionan el entorno perfecto para el desarrollo de actividades alimenticias, sociales y recreativas. Así, encontramos cada vez más negocios hosteleros donde se facilitan estos entornos sociales, facilitando no sólo el acceso al alimento, sino la tertulia posterior a la correspondiente comida. Y también a la inversa, cada día encontramos más espacios recreativos, que facilitan alimentos y bebidas, de forma que una reunión informal puede convertirse en una comida o cena donde poder seguir socializando. Sin olvidar el típico café, costumbre que cada vez está siendo más frecuente, y que se ha convertido en un espacio social por excelencia, constituyéndose grupos que no sólo gustan de reunirse, sino que además, proporcionan apoyo social a sus integrantes, y a los allegados de los mismos en momentos de necesidad.
Después de estas líneas creo haber remarcado claramente la importancia de la comida, cualquiera de ellas, como un entorno típicamente social. Pero ¿qué ocurre cuando una persona no tiene con quién compartir ese espacio? El típico caso de las personas que viven solas, y que suelen cenar solas, o comer solas, sobre todo en fines de semana y días festivos. Curiosamente estas personas dejan de realizar comidas formales, o sustituyen los alimentos más saludables por alimentos rápidos, de altos contenidos en carbohidratos, alimentos congelados, o comida rápida. Tienden a argumentar que es demasiado trabajo lo que conlleva la elaboración de los alimentos para una sola persona, que cualquier cosa es buena, o simplemente que no tienen hambre. Sus relaciones sociales, no necesariamente tienen que verse afectadas, pero en muchas ocasiones, las comidas que realizan a solas rara vez suelen ser de calidad.
Para concluir, me gustaría remarcar nuevamente la importancia de la comida como un momento perfecto para la interacción social, intentemos fomentar estas relaciones a través de la comunicación, y evitemos elementos distractores, como el caso del televisor. Tal vez, al principio se nos haga extraño, sintamos que falta algo, pero tarde o temprano, alguien comentará algo. Algunos pueden pensar, nosotros hablamos durante la comida, bueno, sin este distractor tal vez hablarían más, e incluso los temas de discusión dejarían de estar sugeridos por el televisor, por lo que cada uno comentaría sobre sus experiencias cotidianas. Y no se preocupen si no vieron el programa, las noticias, o la película correspondiente, seguro que después lo repiten.
Dr. Raúl Martínez Mir
Consultor y docente en Psicología y Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sonora
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