31 Dic De la economía Verde a la Arcoíris.
No sé si les pasa, seguramente sí, que cada que entran a redes sociales se encuentran con términos como economía verde, economía azul, economía natural, capital natural y pareciera casi que fuesen sinónimos, distan mucho de serlo, pero la confusión es entendible por tanto uso a veces indiscriminado.
La realidad es que esta confusión también tiene que ver con que no hay un acuerdo global y depende mucho del autor, investigación o país que se cite.
Un ejemplo clave radica en la definición de economía azul, que puede referirse a la utilización de recursos del mar y aguas interiores, esta siendo la más extendida en países escandinavos, o bien, también como algo similar a una economía circular en la que los “residuos” son vistos como recursos.
Ejemplos en este sentido destacan los hongos de café (a partir de residuos de café, considerando usualmente sólo se utiliza el 2% del total del café) o el papel de piedra, obtenido mediante el proceso del carbonato de calcio extraído del aire de las minas de cal.
La economía verde también popular por ser llamada “Eco Friendly” nació como una idea buena, sin embargo, el principal problema que tiene es que, al elevarse costos de producción, el costo final también suele elevarse sustancialmente hasta el punto de volverse prohibitivo para la población general. Siendo más un privilegio o moda que en sí mismo una forma de reducir nuestra huella ambiental. Aquí podríamos colocar los famosos cepillos de bambú, las bolsas de algodón o incluso algunos bioplásticos (este último, dependiendo el proceso puede ser verde o azul al igual que sucede con los biocombustibles).
En opuesto, la economía Azul buscan que el costo sea reducido y por lo tanto más accesible para las personas y consumidores.
Por otro lado, desafortunadamente en este mismo sentido el famoso “Green Wash” o lavado verde, está muy presente en estos productos, es decir, promover productos como “Eco Friendly” cuando realmente no lo son. Como ejemplos clásicos en este sentido tenemos los popotes y bolsas reutilizables cuya producción suele tener un impacto tan alto, que difícilmente se logrará un uso que compense la huella de carbono de producción.
Con esto no quiero decir que las intenciones no sean buenas al comprar bolsas “ecológicas”, si no, que, reutilizar un producto, hacerlo compostable o pintarlo de verde o café y poner una plantita en el logo, no convierte a un producto de manera inmediata en ecológico. Es decir, valga la redundancia, decir que un producto es ecológico no basta para que sea ecológico.
Dependerá de muchos factores incluyendo la producción, logística, uso del consumidor y disposición final.
En este sentido, si tuviéramos que escoger un tipo de “economía” más favorable para el planeta y la humanidad, sería la economía azul, sin embargo, su mayor desventaja es que requiere gran participación del consumidor.
Pero para ser honestos, es imposible lograr un cambio sustancial sin la participación e interés de los consumidores, independientemente del sistema que se seleccione.
Pareciera un problema fácil de resolver, sin embargo, aún cuando pensamos en países con una supuesta “cultura circular”, se habla de un desperdicio del 60% de los alimentos adquiridos, es decir, al menos el 60 % de las frutas, verduras, lácteos, cárnicos y demás alimentos que se producen terminan en el vertedero.
Se requiere un gran trabajo tanto del sector empresarial como por parte del consumidor para comprender que dependemos de la biósfera y sus recursos de una manera u otra, siendo aquí donde entra el concepto de Capital Natural, en el pasado esto se ha entendido como si fuese sólo relevante para las industrias que directamente dependen de recursos naturales, pero va más allá de esto, comprendiendo que todo depende de estos recursos, de manera directa o indirecta, y sin capital verde no hay bienes ni servicios. Por lo tanto, es imperante encontrar un balance entre la producción, el consumo y el impacto a la biósfera / Huella de carbono. Es decir, el reducir la huella de carbono no es sólo un tema de buenas intenciones o publicidad y mercadotecnia, es una decisión financiera integral de participación de mercado. Tener planes de reducción de huella de carbono o incluso carbón zero, si está bien hecho, también se convierte en parte del ingreso de las empresas y debe comenzar a verse como tal y no como un gasto.
Es decir, tenemos que comprender que movernos hacia una economía azul, o de cero desperdicios o zero huella de carbono según corresponda no es solamente un tema de mercadotecnia también es una decisión financiera y de resiliencia empresarial, es decir, poder adaptarse de manera eficiente a las necesidades del planeta, entendiendo que respetar el capital natural, recae directamente también en la reducción de riesgos de desastres. Sin embargo, esta meta no puede lograrse sin la participación del consumidor, siendo por eso tan relevante incorporar programas de educación al consumidor dentro de los mismos programas de las empresas.
Lyndsay Garnica
- Abogada y criminalista.
- Candidata a Doctora en Derecho de Comercio Exterior.
- Cuenta con un MBA por Incarnate Word University, es Maestra en Derecho Marítimo por la Universidad de Oslo con especialidad en Seguro Offshore. Cuenta con formación en comportamiento humano incluyendo Estudios en Resiliencia Comunitaria ante el Desastre por la Universidad de Ben Gurion en Israel y Psicotraumatología en Newman Institute así como diversos diplomados en criminología, psicóloga criminal y psicología transpersonal.
- También cuenta con estudios de educación continua en Química por la UNAM.
- Más de 13 años en el sector de siniestros, daños y seguros especializándose en grandes riesgos, derecho de daños y responsabilidad Civil en México, Estados Unidos, Noruega y diversos países de Latinoamérica.
- Ha participado en el manejo de grandes riesgos en diversas áreas, tanto legales, control de crisis, ajuste y control de reclamos.
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