25 Jun ¿A QUIEN LE IMPORTA LA RESILIENCIA?
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Has pensado cuantas preguntas nos hacemos cada día y de las que te haces cuales son trascendentes. Si lo pensamos un poco (y solo un poco) será claro que la trascendencia la dictan los juicios de valor de quién se cuestiona y del momento en que se realizan.
Por ejemplo, desde que un niño se pregunta el por qué el cielo es azul y luego el por qué las cosas caen al suelo… o tal vez nunca te lo preguntes. En otra etapa de la vida, un jovencito podría cuestionarse y preocuparse en tratar de decidir entre aspecto que van a regir sus horas inmediatas y que fuera de su propio interés podrían ni ser importante o incluso relevantes, como cuestionarse si debe jugar o cumplir deberes de la escuela. Por supuesto que hay preguntas y por tanto decisiones que se inclinan a nuestro lado humano, el que apela al confort y el placer.
Entonces, que es lo que nos hace perder nuestro lado humanista, el propio del “Ser” y que pareciera que tiende al olvido de todos y cada uno de nosotros, seres socialmente gregarios, personas cuya suma de nuestras individualidades compone finalmente nuestro entorno, nos guste o no.
Pues bien, por nuestra condición socialmente construida y que nuestros actos individuales primero, pero combinados después, es precisamente por lo cual cada persona debe tratar de impactar su entorno social y socialmente vislumbrar cual o cuales son las acciones que la sociedad debe priorizar.
Así que nuevamente la pregunta: ¿A quién debe importarle la Resiliencia Social?
Para dimensionar la complejidad de las respuestas que involucran el interés gregario, atendamos a una observación y ejemplo me recientemente me hizo pensar en cuantas formas tan inesperadas afectamos nuestro entorno, conforme se modifica nuestra forma de vida.
Pensemos en una acción que podría parecernos inocuas pero que tienen un altísimo impacto en nuestra vida actual y futura y de cómo, nos sin ser consientes, propiciamos cambios que causan efectos dañinos que se manifestarán tarde que temprano y, cuando se actualicen, si no tenemos implementadas medidas preventivas o cuando menos paliativas, reducirán la capacidad de respuesta y adaptación de nuestra especie humana. El futuro inevitablemente llegará y en varios aspectos podemos prepararnos e incidir y, en otros, debemos cambiar nuestra con mucha antelación nuestra mentalidad para lograrlo e incluso evitar el daño y sus perjuicios: Hay que tornarnos conscientes de los Riesgos silenciosos, que les llamo “de segundo orden”.
Un ejemplo a manera de pregunta: ¿Cómo almacenábamos nuestra información? Por ejemplo, así de simple: Nuestras fotografías y videos. Ciertamente las limitantes de tecnología y económicas no hace mucho nos impedían tener una profusidad de registros fotografícos y en la última centuria se requerían de imprimir en papel y antes que ello, debíamos tener el método para impresionar una película que pudiera hacer registro de imágenes. Esos sistemas suponían la compra de un “rollo fotográfico”, mismo que generaba residuos por venir en un empaque y por estar contenido en un contenedor plástico; para fijar la imagen se requería de procesos químicos que también producían desechos contaminantes y que imponían tratamiento y confinamiento (si es que se hacía).
Por supuesto que todo este proceso económico dejaba una derrama y, a nosotros, nos dejaba registro de nuestras vivencias relevantes.
El avance de la tecnología (aparentemente inocuo) hoy nos ha simplificado el proceso y nos permite incluir una cámara en nuestro propio teléfono y, así, de repente, con tantas facilidades todos nos hemos convertido en fotógrafos y nos damos el gusto de registrar cada proceso del día y lo compartimos gustosamente “en redes”. Damos cuenta a otros de lo que comemos, lo que bebemos, lo bien que estamos con nuestros amigos, los lugares que visitamos; en fin, todo, absolutamente todo queda registrado para “la posteridad”. Nos justificamos pues al cabo no impacta ni daña… creemos.
Sin desesperar… ya nos acercamos a nuestra la respuesta para pregunta inicial.
Pensemos un poco. Nuestra información necesariamente se va algún lado pues rara vez quedará exclusivamente en nuestro teléfono vía los necesarísimos respaldos y, así, una copia viaja a ese lugar impreciso llamado “la nube”, lugar que es todo menos incierto.
Nuestra información viaja y se almacena en servidores que se encuentran en algún lado, equipos procesadores de nuestra información que para su operación consumen cantidades ingentes de energía que, de una u otra forma se obtiene de algún proceso, que seguramente hoy puede ser de quema de orgánicos fósiles y tal vez de procesos sustentables, pero que ciertamente consume energía. ¿Es todo? Por supuesto que no, porque entre muchos procesos se recargó la batería del celular, mandamos esas imágenes por correo o por alguna paquetería. Nuestro Ego y nuestra necesidad de revisar diligentemente nuestra vida, también ha modificado nuestros hábitos y ahora hacemos revisión constante de nuestras fotos y aunque lo hagamos en el “teléfono”, si borramos algunas, si agregamos otras viajarán esos bits de información hacía “la nube” usando cualquiera de las diferentes plataformas que nos hemos creado para ello.
Sinteticemos los efectos y entremos a la presunción de que algo tan aparentemente ordinario terminará afectando nuestra calidad de vida, dañará nuestro entorno y, en algún día si no intervenimos los impactos negativos, ellos vendrán e impedirán o dificultarán nuestro orden social. Así, cada búsqueda en la web, cada respaldo de una foto, cada bit de información almacenado, cada deseo nuestro de dejar registro de cuan relevantes somos y mostrarnos orgullosos a los demás, consume energía. Mucha y, con ello, producimos CO2.
Este es un ejemplo del cual sería justificable del porqué no prestamos atención a las acciones nimias de nuestra vida diaria pero que tienen impacto directo en las consecuencias de nuestra vida futura. Pero porqué entonces aquellos hechos que sí podemos vislumbrar no las intervenimos y socialmente deberíamos preguntarnos por qué si nuestro sentido común dicta muchísimas de nuestras acciones diarias en consecución de nuestro confort y nuestra capacidad de salir adelante como sociedad organizada.
Por supuesto que no podemos exigirnos que seamos capaces de imaginar cada consecuencia negativa de nuestro actuar diario. Comprar un café, una botella de agua, comprar comida rápida y mil ejemplos más. ¡Incluso comunicar sobre Resiliencia y Riesgo Social por supuesto también tiene impacto ¡
Entonces a quien debe interesarle la Resiliencia sino a quien está expuesto a los peligros de su entorno y la primera respuesta es que a ti, a mi y a todos, nos debe importar ser resilientes y eso no significa que seamos “aguantadores”, sino que planeemos la forma de incidir en nuestro entorno para garantizar que los efectos negativos, de nuestra forma de vida, sea de mínimo impacto o bien, se reduzca e incluso desaparezca.
La conclusión es que socialmente nuestros riesgos son construidos desde el momento mismo en que somos entes gregarios, que nos organizamos socialmente, consumimos recursos y lo hacemos con dispendio. Aceptemos que si vivimos en una ciudad estamos expuestos a peligros que en otros lugares son distintos o menos impactantes, como ser víctimas de un acto violento, de sufrir un accidente de automóvil, de que lluvias extraordinarias desborden causes y afecten nuestros domicilios (que de entrada están edificados donde no debiesen) o que esas mismas construcciones, ese patrimonio que ha sido fincado con tanto esfuerzo, lo hagamos sin cumplir regulaciones. Por supuesto que todos estos son supuestos, pero inevitables y cuando se actualizan somos nosotros, las personas, quienes sufrimos la pérdida.
Socialmente estamos modelados, nos gusta el confort y no nos gusta que nos limiten ni que nos culpen. Vamos no nos gusta la sensación de culpa. Pero también queremos ser cuidados, que nuestro protector y benefactor sea “otro” y cuanto más que sea “el Gobierno”, las entidades sociales caritativas, las iglesias, quien sea pero debe ser “otro” quien nos cuide, o nos doblegue, pero rara vez actuamos por el interés común y menos aún por el interés futuro.
“Otros” es una forma inexpresiva de desvinculamos groseramente de la responsabilidad social que nos toca por nuestros actos individuales, siempre podremos culpar a los demás. Es más, doble contra sencillo (expresión mundana) que muchos de nosotros en este momento estaremos pensando en cuan víctimas somos de la vida y de cómo nuestra historia personal es historia de éxito o por contrario de vilipendio que nos merece ser la víctima y con ello desvincularnos de nuestros actos.
Aducimos que es el medio, “los otros” los que nos han puesto en precariedad y, si soy victima hoy o en el futuro, me despersonalizo de mi propia actuación, de la obligación que me debo a mi mismo y todos los demás para actuar en mi beneficios social, para exigir a mi gobierno, para organizarme civil y socialmente, para ser colaborador, para participar e incluso dar apoyo a mis vecinos, a mis compañeros, a quienes profesan mi fe, pero no solo tomando menos fotos.
Pequeños cambios que cuando se suman son multiplicadores; así que si estas reflexiones no te han ofendido por hacerte énfasis en que a ti, lector, te debe interesar construir tu propia Resiliencia, si has tolerado hasta este momento una imputación directa a ser consiente de nuestros actos y actuar en sentido diferente, la invitación es que afectes e incidas en tu “metro cuadrado”, esa zona donde cada uno puede influir con el ejemplo y la acción.
Es compromiso personal. Debemos actuar y pronto, Incide en tu vida, promueve y anticipa tu resiliencia, ahorra, invierte, compra seguros, participa en la toma de decisiones de tu comunidad; al principio sera un acto consiente pero después será parte del ADN y lo obrarás en automático.
Actúa hoy, eso es también es Resiliencia.
Carlos Zamudio Sosa
Claims Manager
México Claims and Risk Management SC
Desde 2005 brinda servicios de consultoría “Risk Management” externo con atención a Asegurados en preparación para Inspección de Riesgo, análisis de contratos y control de sus licitaciones; asesor para acreditación de daño físico y consecuencial por siniestro por acompañamiento, asesoría y defensa técnica y jurídica por reclamos asegurados o afianzados.
Ha acreditado diversos cursos en diversas materias afines al Riesgo y la valuación del Daño Material, incluyendo terminar estudios de nivel
Maestría de Daños y Ajustes. Ha co-impartido 6 Diplomados en temas selectos de Gestión del Riesgo y Seguridad Industrial y acreditado ante la STPS.
Expositor invitado en Seminarios y Talleres y otros programas de desarrollo personal en seguros y colaborador para medios impresos y electrónicos especializados en Seguros y Fianzas.
Linkedin: https://www.linkedin.com/in/carlos-zamudio-sosa-6a67a922/
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