GRACIANO LANDEROS NIÑO - INCIDE
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22 Sep GRACIANO LANDEROS NIÑO

  Primera de dos partes

  

   Este nombre tal vez no resulte familiar para la gran mayoría de los lectores locales, pero fue parte de la imagen urbana moderna que se forjó en el Hermosillo de mediados del siglo pasado. Y aunque ha pasado hasta cierto punto desapercibido, ya que la historia de la construcción tiende a recordar más a arquitectos e ingenieros, todos hemos visto su obra en distintos lugares de nuestra ciudad: en parques, en el camellón del Blvd. Hidalgo, en distintas edificaciones e incluso en panteones. Introdujo en Hermosillo el uso de granito y piedra artificial (antes, los ricos traían mármol de Europa).

 Padre Villegas y Graciano Landeros.

Don Graciano, hombre estricto y fuerte, era originario del Distrito Federal, aunque por un tiempo -5 años- se fue a vivir a los Estados Unidos, en donde hacía máscaras para cirugía plástica. En 1946 o 1947, el arq. José López Moctezuma –hombre agradable y simpático, pero de voz y personalidad también fuerte- lo invitó a venir a Hermosillo para participar en los trabajos de construcción del Palacio Municipal, ya que él –Landeros- era experto en piedra artificial. Se cree que el arq. López Moctezuma lo contactó cuando vino del “otro lado” a un torneo de golf (a Don Graciano le gustaba mucho jugarlo) que se efectuó en el Country Club, siendo ahí donde se conocieron, aunque a la larga, terminaría trabajando más para el arq. Gustavo Aguilar.

Estableció su residencia en una de las casas que estaban donde luego se construiría el Palacio de Justicia (que después ocuparía la SIUE y hoy la SIDUR), contra esquina del Palacio Municipal. En este último, además de la piedra artificial –hecha con una fórmula que él tenía, y que el arq. Gustavo Aguilar llegó a conocer- en las fachadas y el puente, también colocó los pisos, así como el recubrimiento de las columnas que están en el acceso norte, en cuya base existe una placa con su nombre como fabricante.

Por cierto que, al igual que el arquitecto López Moctezuma, cuando Landeros vino a Hermosillo le gustó tanto, que decidió quedarse a vivir aquí, abriendo su negocio de trabajos en piedra artificial y granito, principalmente para lápidas de tumbas, por la calle Sonora 161 poniente. Incluso se  trajo a sus papás, tíos, etc. Quería tener a la familia aquí, pero no aguantaron el calor y se regresaron. A don Graciano también le hacía mucho el calor de aquí, nunca se pudo acostumbrar, pero “aguantó vara”. Eso sí, cuando asistía a la Santa Misa, iba a Catedral (más fresca), a la Capilla del Carmen (que tenía refrigeración) o al Santuario Guadalupano, en cuya construcción por cierto ayudó mucho, con dinero y con trabajo. En él, construyó un reclinatorio. Cada vez que iba al Distrito Federal, del aeropuerto se iba a la Basílica de Guadalupe, donde compraba reproducciones del cuadro de la Santísima Virgen para regalar.

Placa en la base de una de las columnas del acceso norte del Palacio Municipal.
Nomás les pido que me confirmen si lo recibieron.

Landeros se relacionó muy bien con la gente de aquí. Jugaba mucho al golf (sábados y domingos). También le gustaba mucho el beisbol; iba a los juegos en el estadio Fernando M. Ortiz y era patrocinador de equipos infantiles que jugaban en el baldío que ahora es la unidad deportiva Rafael “gordo” Campoy. Les compraba uniformes y apoyaba a los equipos para que continuaran.

Sería Landeros quien le daría al arq. López Moctezuma, para la construcción del kinder “El Mundito” (hoy Jardín de Niños Ignacia E. de Amante), la idea de hacer el globo terráqueo que se ubica al frente, y que ha sido siempre el elemento arquitectónico más característico de esta institución. El mismo Landeros fue quien ejecutó la construcción de esta pieza, que también contaba con una rampa metálica que lo iba rodeando a medida que ascendía, para deleite de la bucada del kinder, entre quienes se encontraba un servidor, por allá a fines de los fabulosos 60’s.

El “mundo” incluso apareció en la edición en español de la revista “Mecánica Popular”, de enero de 1951. Sin embargo, hace algunos años, se recorrió hacia adentro el tramo de cerco del kinder que da hacia la calle Horacio Soria (antes Manuel González), y que antes estaba pegado a la banqueta, dejando el globo terráqueo –al que también se le quitó la rampa metálica y se pintó en ese momento de colores horribles- al alcance de los vándalos.

Le gustaba la cacería. Tenía escopetas y rifles. Se iba con sus hijos por el canal de la San Benito (por donde ahora están los campos deportivos de la Uni-Son, y que entonces era puro monte) a cazar patos. Y ya que iba mucho a comer al hotel San Alberto, propiedad de la familia Hoeffer, de quienes era amigo, les dejaba en la cocina los patos que había cazado, con todo y plumas. Iba también a las pitahayas y a Miramar, donde rentaba algún pequeño yate para ir a pescar pez vela. Siempre traía por lo menos uno. Y aunque no se metía mucho al monte por el calor, también iba a cazar venados (continuará).

  

Carlos Martín Quintero Orcí

Puntos curriculares:

*Arquitecto con experiencia en todo tipo de proyectos.

*Colaborador de INCIDE desde el 2001.

*Historiador aficionado de la ciudad de Hermosillo.

*Escritor en diferentes medios acerca de diferentes temas.

*Fotógrafo del paisaje y de la construcción.

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