27 May Vayamos Definiendo
La polarización del discurso público, y especialmente en la retórica oficial, ha creado dos corrientes de opinión y de acción. Por un lado están los neoliberales, conservadores, adversarios y por el otro la cuarta transformación, aún sin definir con claridad que implica y hasta donde llega.
Esta dicotómica visión de la realidad lleva implícita la falsedad de la misma, desde el momento en que la solución de los grandes problemas nacionales, especialmente en ésta época de crisis sanitaria y económica, implica la necesaria participación del conjunto, en la búsqueda y aplicación de respuestas a la situación de apremio que viven amplios sectores sociales, el gobierno incluido.
En la discusión de las particularidades que revisten las decisiones gubernamentales, y cómo afectan los intereses de tales o cuales sectores, nos hemos enfrascado en una esgrima constante que equivale a ver los árboles y perder de vista el bosque. Concentrados en el ejercicio de querer definir el rumbo del gobierno por sus acciones, se ha evadido la discusión sobre cuál es la verdadera identidad del gobierno que elegimos.
Evidentemente estamos ante un gobierno de izquierda pero, ¿de cuál izquierda estamos hablando? La misma izquierda mexicana está llena de contradicciones y matices ideológicos que no han coadyuvado a la integración de un proyecto nacional y una oferta única. La que actualmente está en el poder es un conjunto de intereses personales agrupados alrededor de un hombre que le dio solidez al proyecto electoral y que se preparó durante 18 años para ser oposición y no para ser gobierno. En el ejercicio gubernamental se ha hecho evidente la enorme dificultad que tiene para llevar a la práctica el conjunto de ideas personales que integran su concepto de gobierno, e incluso para delinearlo y estructurarlo orgánicamente.
Conceptualmente no sabemos si estamos ante una izquierda del tipo de la social democracia sueca de Olaf Palme que buscaba por la vía democrática el estado de bienestar, o ante la izquierda autoritaria y rígida de Vladimir Putin; si aspiramos al crecimiento y al desarrollo mediante el modelo seguido por Roosevelt, previo a la segunda guerra mundial, o se optará por la omnipresencia del estado de la época echeverrista. En la contienda mediática, incluidas redes sociales, se insiste en comparar el estilo y decisiones con la nueva izquierda latinoamericana, no al modo de Lula da Silva, sino de Chávez y Maduro.
Lo más cercano a una definición ideológica y de rumbo se ha esbozado en las últimas semanas donde claramente se ha dicho que se aspira a establecer un estado de bienestar, en el cual no importa tanto el crecimiento económico y su medición como símbolo de bienestar, sino la consideración de los satisfactores que la sociedad dispone para sentirse feliz.
Desafortunadamente, la definición más acabada de cuáles serían los indicadores a evaluar para alcanzar ese estado de bienestar, proviene de un legislador, Ricardo Monreal, (El Universal 26/05/20), que aun siendo un miembro destacado del Movimiento de Regeneración Nacional, no es parte del poder ejecutivo en el que solo cuenta una opinión, la del presidente. El propone con acierto cinco rubros, además del PIB, que serían:
1. Producto de bienestar interno, integrado por la suma de valores e inversiones en materia de salud, educación, vivienda y alimentación.
2. Producto resiliencia y recuperación ecológica, orientado a la resistencia ante desastres naturales y a promover el desarrollo sustentable con orientación ecológica.
3. Producto integridad nacional, integrado por la suma de valores e inversión orientados a promover la rendición de cuentas, la transparencia, la construcción de ciudadanía, el civismo y prevalencia del estado de derecho.
4. El índice de desarrollo humano con variables como la esperanza de vida, la educación y el ingreso per cápita. 5. Factor de felicidad bruta o indicador de buen gobierno que integra las dimensiones anteriores y fija la percepción de un buen gobierno.
Si esas reflejan a un gobierno de izquierda, eso es innegable, porque el fin último de las izquierdas y de todas las corrientes es lograr el bienestar del pueblo, y en el supuesto de que estas propuestas fueran integradas en un programa acabado y formal de gobierno, quedarían pendientes los medios y las formas, lo que no define la duda planteada anteriormente sobre el tipo de gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Hasta el momento, ha perfilado un gobierno de talante unipersonal empeñado en conseguir sus propósitos, articulados o no, mediante los medios y procedimientos legales existentes y cuando estos no se adecuan a sus fines opera las ventajas que le da la mayoría en el poder legislativo. No es lo deseable, pero es lo que hay y no ha variado a pesar de la pandemia, sino que ha utilizado a la misma para lograr introducir medidas permanentes ante una situación transitoria.
Por otra parte, no existe en la oposición quien integre un proyecto alternativo, o proponga una idea estructurada y concisa. Se han conformado los partidos opositores con ser una oposición reactiva y desarticulada que intenta resistir los embates del partido en el poder.
La iniciativa privada, en particular el empresariado mexicano ha transitado de la colaboración a la sumisión pretendiendo establecer una relación cordial y benéfica, pero se han encontrado con el rechazo frontal a sus planteamientos de apoyo y ahora hasta para su pretendida colaboración. Parte del desprecio aparente del ejecutivo a sus avances puede deberse a la propia debilidad de las organizaciones gremiales en las cuales pesan más los intereses particulares de sus asociados que las condiciones y requerimientos del gremio. La concentración de riqueza en pocas manos al parecer ha dado lugar a que se establezca una relación casi feudal en ellas.
Ante este panorama de indefinición e incertidumbre, tendremos que seguir desprendiendo definiciones de las intenciones manifiestas y de las acciones aisladas y como ciudadanos estar pendientes de hacia dónde sopla el viento para protegernos del temporal o levantar las velas.
Luis Manuel Robles Naya
- Licenciado en Derecho por la Universidad de Guadalajara
- Coordinador de Asesores del Gobierno del Estado de Sonora de 1997 a 2003
- Director corporativo Jurídico y de Seguridad de Casa de Moneda de México de 2014 a 2019
- Fundador y Director General de Gerencia Política y Consultoría, S.C. desde 2004